The Beaches of San Pedro

…y cómo ayudar a limpiarlas
Por Julie Turley

Es un habito dar un paseo por mi playa favorita sanpedrana llamada Punta de Oro; el sol estaba brillante esta mañana, el cielo azul con apenas algunas nubes; escuchaba una música idílica para sentirme en armonía con el medio ambiente; estaba en comunión con el lago. Sentir el sol y el viento acariciando y calentando mi piel; los pájaros cantando al ritmo de fondo generado por las olas del lago.
Me descalcé y entré, el agua refrescaba mis pies y sentí la necesidad de poner mis manos en el lago, de mojarlas para después llevarlas a mi cara y refrescarla también. Lo hice y tomé agua del lago, su sabor no me supo tan claro, tan puro. Sin embargo, la vista en frente de mí me llenó de paz, de tranquilidad, de sentido de unidad entre yo, simple y sencillo ser humano y la naturaleza grandiosa y divina.
De repente, mis pies me empujaron a seguir mi camino; volví a poner mis zapatos y seguí andando en la playa. Entonces mi corazón brincó en mi pecho porque mi sentido de la vista generó en mí una repentina desarmonía: ¿por qué?
Ví amontonado en una parte de la playa tan hermosa que es la de Punta de Oro, una concentración agresiva de desechos de plástico, latas que me llevaron a interpretar que un grupo de personas habían golosamente comido en esta playa de oro y habían decidido dejar sus recuerdos del almuerzo ¿cómo ofrenda y agradecimiento por haberles prestado su arena ¿tal vez?
Sentí un fuerte enojo; hasta odio, no sólo hacía estas personas que no conozco y que nunca conoceré, sino hacía la falta de respeto, de conciencia de la humanidad en general. Quise recolectar la basura pero no disponía de una bolsa para recogerla y mis dos manos no eran suficientes para cargarla toda. Me paré, miré a mí alrededor y me puse a pensar…
En el lago, estaba una mujer lavando ropa, y la ropa ya en proceso de limpieza, la tenía en un balde cuya forma y volumen eran perfectos para que pudiera poner adentro la basura y llevarla al bote. Le pregunté a la señora, una mujer indígena muy dedicada a lavar su ropa, contaminando el lago con jabón: ¿Por favor señora, podría prestarme su balde para que pudiera recoger la basura y llevarla al bote?
La señora me puso una cara de asustada y de “yo no fui” y me contestó: “es que lo necesito ahora”. Y yo añadí: “Pero señora, me voy a demorar unos minutos nada más, y mientras tanto usted puede poner su ropa en las rocas, así podré limpiar un poco la playa”. Ella insistió en no querer ayudarme y me contestó: “no, lo necesito ahora”.
Yo me molesté, pero guardé la calma y me dije a mí misma. “vamos a hacerla reflexionar”. Le pregunté: “Señora, usted cree en Dios, ¿verdad?”. Ella me contestó que sí. Entonces le dije: “El lago en el cual usted está lavando su ropa, no sólo es una creación de Dios, es Dios mismo”
Ni siquiera eso sirvió, ella me ignoró. Así que seguí pensando y mirando a mi alrededor y mágicamente encontré unos costales vacíos en la playa, los agarré y empecé a colectar la basura del almuerzo agradecido y mucha más basura en la playa Punta de Oro. Llené casi los dos costales de basura en unos 15 minutos. Volví a pasar delante de la señora, quien todavía estaba lavando su ropa, y le dije: “Estoy segura de que usted va a alguna iglesia en la cual reza a Jesús, el sólo y único hijo de Dios; todos somos hijos de Dios y no sólo Jesús; el lago es Dios y usted no lo está ayudando en este momento”. Y me fui.

Bautizada en agua clara
El lago me llamó de repente como para agradecerme por la ayuda hacía él; y sentí que tenía que contestar a su llamada y enseñar a las personas a mi alrededor lo que significaba comulgar con Dios. Sólo había mujeres vestidas lavando su ropa en las aguas del lago. Así que me quité la ropa y entré al lago como Dios me creó para estar con una de sus creaciones más maravillosas: el Lago Atitlán. Nadé y al nadar me llenaba de paz, luz y de amor. Nadé en el lago, y mientras más nadaba en él, más el sol brillaba. Después de mi “misa” en mi “templo natural” salí de sus aguas y justo después de haberme puesto la ropa, llegaron los recolectores de basura. Y les grité: “¿Ustedes están para recolectar la basura?”. Me dijeron que sí. Les entregué mis costales diciéndoles que como trabajadores de la Municipalidad, deberían de enseñar al pueblo a respetar al lago y a sus playas.
¡Por favor, ayudemos todos a limpiar “the beaches of San Pedro”, ideas hay muchas pero necesitamos la unión que hace la fuerza!

1 comentario:

  1. la actitud antiecológica de la gente es producto de la falta de educación e información.

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