Por Julio Jerez*
Durante el paso del huracán Stan en el Lago de Atitlán vivimos experiencias traumáticas. Normalmente estas son situaciones inesperadas, rompen la vida cotidiana y afectan no sólo a la persona sino también a la familia y, en casos como el Stan, a toda la comunidad y al país.
Cuando se vive una experiencia de este tipo cambia la percepción de uno mismo y del mundo, nos sentimos diferentes y vemos todo distinto. Esto marca un antes y un después en la vida del afectado. Es normal que entonces se den reacciones como dolor, desesperación, miedo, angustia. En los niños se manifiesta con llantos, se despiertan en la noche asustados, se orinan, y esto para muchos, no tiene explicación. Pero es una respuesta natural al estado de trauma, por lo que es necesario sanar el cuerpo y el espíritu para prevenir efectos posteriores.
Una situación traumática sobrepasa la capacidad de las personas para enfrentarla, y le produce secuelas severas.
Días después de que pasó la emergencia, pude recopilar algunos trabajos espontáneos hechos por Moisés Jerez, de 5º primara de la escuela Jucanyá, en Panajachel.
En la primera imagen se lee: Me sentí triste por ver a muchas personas sin casa. Una vez fui con un amigo a dejar juguetes a los que perdieron su casa. Cuando los visité, vi que sus casas eran de madera y sólo había un baño que estaba en el patio.
En estas notas se puede apreciar el efecto o impacto traumático manifestado en el sentimiento de tristeza; y lo que para todo niño es incomprensible: ¿Por qué no todos vivimos igual? Pero lo más importante es la espontaneidad para socorrer, ayudar y atender la parte emocional que genera la pérdida de lo que más valora un niño: su juguete, su mascota, y lo que se les transmitió a esos niños fue que recibieron apoyo y que se sintieron queridos. Lástima que las autoridades se niegan a dar el seguimiento requerido desde entonces.
En la siguiente imagen Moisés nos muestra que todos deberíamos tener casas resistentes para que no se destruyan. Al lado se ve que hay un silo además de una escalera. Esto nos dice que debemos almacenar comida para así no tener hambre en épocas difíciles. La escalera nos indica que hay que tener una ruta de evacuación, esto último es una muestra de prevención.
Y la tercera imagen nos revela el temor ante la posibilidad de enfrentarnos a fenómenos naturales que puedan ocasionar desastres, como una erupción volcánica, o el desbordamiento del lago, o que los perros se coman a los bebés, o que el sol sea más fuerte. Este dibujo no es más que un mapa de la vulnerabilidad.
Los tres son ejemplos que muestran cómo un niño que no sufrió directamente pérdidas o daños, percibe el hecho traumático. Es una evidencia de que sí fue impactado por el evento. La pregunta del millón: ¿Cómo se encuentran las niñas y niños, adolescentes y ancianos que fueron damnificados directamente?
Además, la gente no está tranquila mientras las riveras del río no han sido protegidas y aún hay tramos sin reconstruir, como las calles del lago al puente.
Así que reflexionemos: Si los niños perciben estas cosas, ¿por qué nuestras autoridades no lo perciben y no actúan? ¿Por qué se niegan a abordar el tema con seriedad y responsabilidad, en vez de seguir haciendo de este drama un negocio? El gobierno dice que en el invierno pasado gastó más de quinientos millones en reparación de puentes y tramos carreteros, y en emergencias atendidas. Y aquí, en Panajachel, nuestro alcalde se niega a tratar el tema fuera del partidismo y de la política.
*Activista de Panajachel, Sololá.
Durante el paso del huracán Stan en el Lago de Atitlán vivimos experiencias traumáticas. Normalmente estas son situaciones inesperadas, rompen la vida cotidiana y afectan no sólo a la persona sino también a la familia y, en casos como el Stan, a toda la comunidad y al país.
Cuando se vive una experiencia de este tipo cambia la percepción de uno mismo y del mundo, nos sentimos diferentes y vemos todo distinto. Esto marca un antes y un después en la vida del afectado. Es normal que entonces se den reacciones como dolor, desesperación, miedo, angustia. En los niños se manifiesta con llantos, se despiertan en la noche asustados, se orinan, y esto para muchos, no tiene explicación. Pero es una respuesta natural al estado de trauma, por lo que es necesario sanar el cuerpo y el espíritu para prevenir efectos posteriores.
Una situación traumática sobrepasa la capacidad de las personas para enfrentarla, y le produce secuelas severas.
Días después de que pasó la emergencia, pude recopilar algunos trabajos espontáneos hechos por Moisés Jerez, de 5º primara de la escuela Jucanyá, en Panajachel.
En la primera imagen se lee: Me sentí triste por ver a muchas personas sin casa. Una vez fui con un amigo a dejar juguetes a los que perdieron su casa. Cuando los visité, vi que sus casas eran de madera y sólo había un baño que estaba en el patio.
En estas notas se puede apreciar el efecto o impacto traumático manifestado en el sentimiento de tristeza; y lo que para todo niño es incomprensible: ¿Por qué no todos vivimos igual? Pero lo más importante es la espontaneidad para socorrer, ayudar y atender la parte emocional que genera la pérdida de lo que más valora un niño: su juguete, su mascota, y lo que se les transmitió a esos niños fue que recibieron apoyo y que se sintieron queridos. Lástima que las autoridades se niegan a dar el seguimiento requerido desde entonces.
En la siguiente imagen Moisés nos muestra que todos deberíamos tener casas resistentes para que no se destruyan. Al lado se ve que hay un silo además de una escalera. Esto nos dice que debemos almacenar comida para así no tener hambre en épocas difíciles. La escalera nos indica que hay que tener una ruta de evacuación, esto último es una muestra de prevención.
Y la tercera imagen nos revela el temor ante la posibilidad de enfrentarnos a fenómenos naturales que puedan ocasionar desastres, como una erupción volcánica, o el desbordamiento del lago, o que los perros se coman a los bebés, o que el sol sea más fuerte. Este dibujo no es más que un mapa de la vulnerabilidad.
Los tres son ejemplos que muestran cómo un niño que no sufrió directamente pérdidas o daños, percibe el hecho traumático. Es una evidencia de que sí fue impactado por el evento. La pregunta del millón: ¿Cómo se encuentran las niñas y niños, adolescentes y ancianos que fueron damnificados directamente?
Además, la gente no está tranquila mientras las riveras del río no han sido protegidas y aún hay tramos sin reconstruir, como las calles del lago al puente.
Así que reflexionemos: Si los niños perciben estas cosas, ¿por qué nuestras autoridades no lo perciben y no actúan? ¿Por qué se niegan a abordar el tema con seriedad y responsabilidad, en vez de seguir haciendo de este drama un negocio? El gobierno dice que en el invierno pasado gastó más de quinientos millones en reparación de puentes y tramos carreteros, y en emergencias atendidas. Y aquí, en Panajachel, nuestro alcalde se niega a tratar el tema fuera del partidismo y de la política.
*Activista de Panajachel, Sololá.
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